Una de las grandes preocupaciones de todo
cabeza de familia tiene que ver con la salud
de cada uno de sus miembros. Y no es para menos. Las enfermedades que
atacan a un individuo por regla general constituyen una carga para todo el
grupo familiar, no solo desde el punto de vista económico, sino también desde
el punto de vista emocional y físico.
Hasta hace menos de 100 años en la mayoría
de los países del mundo las familias se constituían con un número extenso del
hijos. Aún hoy en día en algunos países menos desarrollados tener muchos hijos
era una garantía para el mantenimiento de la familia pues una enfermedad podía
matar o incapacitar a uno o más de sus miembros y era poco lo que se podía
hacer. En pocos países existía un sistema de salud integral y el acceso a los
servicios médicos resultaba muy costoso.
Hoy en día los servicios médicos se
encuentran más extendidos aunque no dejan de ser onerosos en muchos casos. Sin
embargo, con cada vez más frecuencia se está dando énfasis a la atención de
salud primaria mediante el trabajo de los médicos
familiares. Estos profesionales están en capacidad de atender, diagnosticar
y tratar entre el 85% y el 90% de las enfermedades de los miembros de una
comunidad, y es por eso que en muchos países más del 50% de los médicos
empleados por los sistemas de salud gubernamentales pertenecen a esta
categoría.
Es por ese motivo que una buena práctica es
contar con un médico familiar de
confianza, lo que también se conoce como médico de cabecera. Por lo general
su consulta debe estar cerca de nuestro domicilio para que el transporte hacia
él, o su visita a domicilio, sean lo más cómodos posibles. Además debería estar
formado en el área que sea más útil a nuestro núcleo familiar. Por lo general
son pediatras o gineco/obstetras, pero según el caso también pudieran ser
internistas o geriatras.
Aun cuando solo se trate de una enfermera o
un auxiliar de medicina, debes contar con este recurso si quieres asegurar la
buena salud de tu familia.